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“Más Que Medallas: El Padre de Isaac Del Toro Expone el Dolor Detrás de los Pedales”

En un testimonio conmovedor y profundamente personal, José Del Toro, padre del ciclista mexicano Isaac Del Toro, rompió el silencio para revelar los años de sacrificio, enfermedad y soledad detrás del ascenso de su hijo al escenario mundial. Mientras la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) celebra a Isaac como producto de sus programas, José pinta una imagen completamente distinta: una historia de lucha privada, no de apoyo institucional.

“La gente no sabe que Isaac tuvo osteoporosis durante muchos años, que tuvo tumores o un hueco en la mandíbula,” relató José en una entrevista sincera. “Todo por esforzarse tanto. Necesitaba medicamentos, suplementos… y esas cosas son caras.” Lejos de haber sido respaldado por el sistema, el camino de Isaac fue sostenido por la determinación de su familia y bolsillos vacíos.

Mientras tanto, la CONADE, bajo la dirección de Rommel Pacheco, ha declarado públicamente que Isaac es un “producto” de las Olimpiadas Nacionales. José considera que esa afirmación, además de ser inexacta, es una falta de respeto. Para él, se borra la realidad de que su hijo llegó a la élite por mérito propio, no por el dinero del gobierno.

“Escuchar que tu hijo recibió apoyo institucional… incomoda,” confesó José. “Siempre hablan de millones y millones, pero yo no conozco a un ciclista que reciba viáticos, boletos o inscripción.” Agregó que ningún organismo gubernamental los apoyó nunca, ni con un solo peso para lo básico.

La carga financiera fue abrumadora. José recordó cómo la familia gastó grandes sumas en consultas, exámenes y tratamientos solo para que Isaac pudiera mantenerse lo suficientemente sano para entrenar. “El cuerpo de un superatleta no solo necesita frijoles,” dijo. “Necesita atención médica constante, una nutrición adecuada y un monitoreo que apenas podíamos pagar.”

A pesar de todo, Isaac lo logró—algo que muchos no pudieron. La voz de José se quebró al recordar a los jóvenes atletas que se vieron obligados a abandonar. “Mi dolor es pensar en los muchos compañeros de Isaac que ya se rindieron, que ya no están en esto porque es prácticamente imposible seguir sin apoyo,” lamentó.

Aunque ahora los aplausos y la atención internacional rodean a Isaac, José no puede evitar sentirse invisible dentro de la narrativa. “Sé que no soy nadie, que no voy a cambiar nada,” admitió. “Pero escuchar a otros atribuirse el mérito por algo que no construyeron… es frustrante.”

Lo que más le duele es no haber podido estar presente físicamente para ver a Isaac competir en el Giro de Italia, una de las carreras más prestigiosas del ciclismo. “Lamentablemente no puedo salir de Estados Unidos por ahora,” dijo. “Pero vi cada pedaleo, cada sprint, cada etapa desde lejos, y sentí cada segundo con él.”

El contraste entre la imagen de éxito institucional y el esfuerzo humano real detrás de ella es impactante. El testimonio de José no trata solo de su hijo—es un llamado a reconocer a los héroes anónimos que sacrifican todo silenciosamente por los sueños de sus hijos, sin aplausos ni reconocimientos.

Mientras Isaac Del Toro pedalea hacia la grandeza, su historia nos recuerda que los verdaderos campeones no se forjan solo con medallas o programas nacionales, sino con perseverancia, dolor y las manos invisibles de quienes nunca dejaron de creer en ellos.

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